Laurence Tribe (abogado de Gore en el caso Bush v. Gore), que tiene escrito el tratado contemporáneo más importante de derecho constitucional (norte) americano, ha hecho pública su decisión de no continuar con su obra y dejar inconclusa la tercera edición.
El American Constitutitonal Law de Tribe tuvo su primera edición en 1978 y una segunda en 1988. La tercera iba a ser editada en dos tomos, el primero de los cuales apareció en 1999; el segundo no apareció hasta ahora y, según cuenta Tribe, tampoco va a aparecer.
¿Por qué Larry Tribe nos deja a mitad de camino? Es interesante revisar su explicación, desgranada en una carta a su editor (de dos páginas) y otra "carta abierta" más extensa (de dieciseis) que apareció en el último número de la excelente revista jurídica Green Bag. No es porque sus propias ideas del derecho constitucional hayan cambiado, ni porque las cuestiones constitucionales de las que se ocupa hayan perdido interés, ni tampoco es porque ahora esté en desacuerdo con la dirección que está llevando la Corte Suprema en ciertos casos.
El problema, dice Tribe, es que la enjundia y la fragmentación del debate constitucional le impiden contar con una perspectiva básica de acuerdos generales en la materia, y sin esos denominadores comunes la visión sintética y sistemática que exige un Tratado -un trabajo que organice el corpus de la jurisprudencia, que identifique y refleje críticamente las temas centrales y sus perspectivas- no puede prosperar. No puede "vender" un gran principio unificador, precisamente porque no existe.
Además dice Tribe algo más interesante: precisamente estos mismos factores que hacen que éste sea un momento especialmente malo para proponer una “Gran Teoría Unificada” son también los que hacen que sea un momento muy bueno, desafiante y estimulante, para enseñar, debatir y argumentar sobre derecho constitucional. Y presume, con algo de melancolía, que el Tratado va a ser una obra que en una de ésas sólo va a poder completar su nieta (que tiene un año).
Estoy de acuerdo en lo que dice Tribe, y lo traslado al derecho argentino. No es que yo me propusiera hacer un Tratado, y, con perdón de Badeni, que recién ha hecho lo suyo, creo que tampoco es este un buen momento para un “Tratado de Derecho Constitucional Argentino”.
Tribe dice que un tratado puede ayudar en períodos en que se ha consolidado un cuerpo de doctrina judicial que demande una visión de conjunto para ser mejor apreciado, extendido o revisado. Obviamente, dice que ese no es el caso en el panorama actual del derecho estadounidense. Y yo creo que la misma situación se da en el derecho argentino. Tribe se plantea lo ímproba que hubiera sido una tratadística que se produjera al comienzo del periodo Rooseveltiano, y afirma con razón que en los puntos de inflexión, hasta tanto exista un mejor conocimiento de cómo se va a dar el reflujo de una antítesis y se sepa más sobre la dinámica que va a enfrentar a la misma tesis naciente, el intentar proclamar una nueva síntesis sería o una cuestión de mera vanidad, o una empresa manifiestamente quijotesca.
Como acotación al pie, debo aplaudir la honestidad intelectual de Tribe, que dice que ciertamente le hubiera sido muy fácil editar como tomo II lo que fue la edición anterior de su tratado haciendo algunas correcciones menores y algunas adiciones de actualización. Tiene razón: no toda exposición de jurisprudencia y doctrina es un tratado, sino que sólo lo es la que hace un corte transversal integrador y sistemático de la materia en cuestión. Si no, no hay “Tratado”.
Dicho esto, yo estoy sospechando ahora que escribo estas líneas que quizá el “Tratado” como “gran catedral gótica”, esa visión integradora y omnicomprensiva, es algo que quizá no pueda cuajar muy bien con la naturaleza y las características de lo que es hoy el derecho, o por lo menos el derecho constitucional. Mucho menos, el derecho constitucional argentino. No creo que me equivoque, ni que sea muy original, si digo que las futuras historias del derecho van a señalar un momento de cambio muy importante en estos mismos días que vivimos.
Hay una famosa glosa de Isaiah Berlin, incluida en su ensayo sobre León Tolstoi del libro Pensadores rusos, donde hace referencia a una cita del poeta griego Arquíloco, que decía más o menos que "el zorro tiene muchos trucos y el erizo uno solo, pero es muy grande". Sobre esa base, Berlin establece "una de las diferencias más profundas que dividen a los escritores y pensadores y, posiblemente, a los seres humanos en general". Esa diferencia consiste en que mientras unos, los erizos, relacionan todo con una visión central, con un único principio organizador -ya se trate de un dogma religioso, un mandato ideológico o una rigurosa jerarquía de valores-, los otros, los zorros, persiguen muchos fines a la vez, a menudo contradictorios, quizá conectados por necesidades de hecho (pero no por imperativos morales o estéticos), y por eso captan gran variedad de experiencias, trabajando más bien por acumulación que por exclusión. Pues bien: yo creo que, al menos hasta que la turbulencia constitucional post-2001 se decante y la Corte pase esta etapa que es de inequívoca transición, este es momento de zorros y no de erizos constitucionales.
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Las dos cartas de Tribe se pueden ver en formato PDF (aunque la calidad no es muy buena) en el link http://www.greenbag.org/Tribe-low%20res.pdf - existe otra versión de mejor calidad, pero "pesa" 60 megas, de manera que solo la recomiendo para los que tengan banda anchísima:
http://www.greenbag.org/Tribe.pdf
Para mi glosa de zorros y erizos he recurrido al artículo “La vuelta del zorro y del erizo” de Luis Gregorich, que fue publicado el día viernes 6 de junio de 2003 en La Nación.
El American Constitutitonal Law de Tribe tuvo su primera edición en 1978 y una segunda en 1988. La tercera iba a ser editada en dos tomos, el primero de los cuales apareció en 1999; el segundo no apareció hasta ahora y, según cuenta Tribe, tampoco va a aparecer.
¿Por qué Larry Tribe nos deja a mitad de camino? Es interesante revisar su explicación, desgranada en una carta a su editor (de dos páginas) y otra "carta abierta" más extensa (de dieciseis) que apareció en el último número de la excelente revista jurídica Green Bag. No es porque sus propias ideas del derecho constitucional hayan cambiado, ni porque las cuestiones constitucionales de las que se ocupa hayan perdido interés, ni tampoco es porque ahora esté en desacuerdo con la dirección que está llevando la Corte Suprema en ciertos casos.
El problema, dice Tribe, es que la enjundia y la fragmentación del debate constitucional le impiden contar con una perspectiva básica de acuerdos generales en la materia, y sin esos denominadores comunes la visión sintética y sistemática que exige un Tratado -un trabajo que organice el corpus de la jurisprudencia, que identifique y refleje críticamente las temas centrales y sus perspectivas- no puede prosperar. No puede "vender" un gran principio unificador, precisamente porque no existe.
Además dice Tribe algo más interesante: precisamente estos mismos factores que hacen que éste sea un momento especialmente malo para proponer una “Gran Teoría Unificada” son también los que hacen que sea un momento muy bueno, desafiante y estimulante, para enseñar, debatir y argumentar sobre derecho constitucional. Y presume, con algo de melancolía, que el Tratado va a ser una obra que en una de ésas sólo va a poder completar su nieta (que tiene un año).
Estoy de acuerdo en lo que dice Tribe, y lo traslado al derecho argentino. No es que yo me propusiera hacer un Tratado, y, con perdón de Badeni, que recién ha hecho lo suyo, creo que tampoco es este un buen momento para un “Tratado de Derecho Constitucional Argentino”.
Tribe dice que un tratado puede ayudar en períodos en que se ha consolidado un cuerpo de doctrina judicial que demande una visión de conjunto para ser mejor apreciado, extendido o revisado. Obviamente, dice que ese no es el caso en el panorama actual del derecho estadounidense. Y yo creo que la misma situación se da en el derecho argentino. Tribe se plantea lo ímproba que hubiera sido una tratadística que se produjera al comienzo del periodo Rooseveltiano, y afirma con razón que en los puntos de inflexión, hasta tanto exista un mejor conocimiento de cómo se va a dar el reflujo de una antítesis y se sepa más sobre la dinámica que va a enfrentar a la misma tesis naciente, el intentar proclamar una nueva síntesis sería o una cuestión de mera vanidad, o una empresa manifiestamente quijotesca.
Como acotación al pie, debo aplaudir la honestidad intelectual de Tribe, que dice que ciertamente le hubiera sido muy fácil editar como tomo II lo que fue la edición anterior de su tratado haciendo algunas correcciones menores y algunas adiciones de actualización. Tiene razón: no toda exposición de jurisprudencia y doctrina es un tratado, sino que sólo lo es la que hace un corte transversal integrador y sistemático de la materia en cuestión. Si no, no hay “Tratado”.
Dicho esto, yo estoy sospechando ahora que escribo estas líneas que quizá el “Tratado” como “gran catedral gótica”, esa visión integradora y omnicomprensiva, es algo que quizá no pueda cuajar muy bien con la naturaleza y las características de lo que es hoy el derecho, o por lo menos el derecho constitucional. Mucho menos, el derecho constitucional argentino. No creo que me equivoque, ni que sea muy original, si digo que las futuras historias del derecho van a señalar un momento de cambio muy importante en estos mismos días que vivimos.
Hay una famosa glosa de Isaiah Berlin, incluida en su ensayo sobre León Tolstoi del libro Pensadores rusos, donde hace referencia a una cita del poeta griego Arquíloco, que decía más o menos que "el zorro tiene muchos trucos y el erizo uno solo, pero es muy grande". Sobre esa base, Berlin establece "una de las diferencias más profundas que dividen a los escritores y pensadores y, posiblemente, a los seres humanos en general". Esa diferencia consiste en que mientras unos, los erizos, relacionan todo con una visión central, con un único principio organizador -ya se trate de un dogma religioso, un mandato ideológico o una rigurosa jerarquía de valores-, los otros, los zorros, persiguen muchos fines a la vez, a menudo contradictorios, quizá conectados por necesidades de hecho (pero no por imperativos morales o estéticos), y por eso captan gran variedad de experiencias, trabajando más bien por acumulación que por exclusión. Pues bien: yo creo que, al menos hasta que la turbulencia constitucional post-2001 se decante y la Corte pase esta etapa que es de inequívoca transición, este es momento de zorros y no de erizos constitucionales.
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Las dos cartas de Tribe se pueden ver en formato PDF (aunque la calidad no es muy buena) en el link http://www.greenbag.org/Tribe-low%20res.pdf - existe otra versión de mejor calidad, pero "pesa" 60 megas, de manera que solo la recomiendo para los que tengan banda anchísima:
http://www.greenbag.org/Tribe.pdf
Para mi glosa de zorros y erizos he recurrido al artículo “La vuelta del zorro y del erizo” de Luis Gregorich, que fue publicado el día viernes 6 de junio de 2003 en La Nación.