Mucho se ha dicho ya sobre la medida de "priorizar" a los porteños en los hospitales públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Lo cual implica, por lógica, relegar a quienes no tienen allí su residencia física.
Desde que nos enteramos le estuvimos dando vueltas al tema. Primero, nobleza obliga, hay que reconocer que no es algo novísimo en nuestro derecho. En muchos sitios la residencia física, y/o la antigüedad en la residencia en un lugar es un factor que se usa para discernir la atribución de recursos escasos -incluso, y muchas veces a nivel constitucional, la atribución de derechos políticos, como el de "ser elegido". Sin excepción, todos los planes de vivienda sociales que implementan las provincias están condicionados a que el adjudicatario haya vivido equis tiempo en su territorio. Primero, los nuestros. Más controvertidamente, existen leyes de "compre acá", que le dan una preferencia en licitaciones a las empresas locales. En cualquiera de los casos, uno imagina que, sin preferencia "legal", la ventaja de localía igual funciona de facto.
Ahora bien, estas modalidades de cuotas y preferencias nunca habían llegado a los hospitales públicos, por eso hay algo nuevo en lo que vamos a comentar.
En el blog Finanzas públicas (link aquí) nuestro Musgrave criollo recuerda en inspirado post el teorema de la descentralización de Wallace Oates.
El problema aquí es que en la Ciudad "Autónoma", como todo centro administrativo y gubernamental, su razón de ser es la de dar externalidades públicas, como el apéndice de un sinnúmero de actividades productivas que la necesitan a esos efectos.
¿Está tan claro que la CABA sale perdiendo en ese intercambio?
Déjenme puntuar algunas razones por las que pienso que no.
Buenos Aires -la ciudad- tiene muchos más contribuyentes que los empadronados. Depende de millones de personas que aportan y sin vivir allí tributan a su economía, en forma directa -sobre todo a través de los ingresos brutos que pagan cuando compran en la CABA- y en forma indirecta. La estructura económica que tiene está sostenida por gente que no vive ahí.
Yo voy a Buenos Aires unas veinte veces por año, y aún sin que lleguen "facturas" a mi nombre hago un bruto aporte neto a sus finanzas --más que muchos porteños. Y no uso de la infraestructura porteña -la que paga la ciudad- más que las veredas y algo del San Martín, a precios de entrada notoriamente subsidiados. Que tampoco son grandes servicios que digamos.
Puede ser que mi caso sea excepcional, pero no lo es: en la misma están, y son contribuyentes más poderosos que yo, el malón de gente que vive en countries y zonas prósperas del conurbano, pero también en las ciudades dormitorio del oeste y del sur. Esos van a Buenos Aires 300 veces por año, no 20.
Si lo vemos desde la perspectiva del gasto fiscal, más allá de los índices de la Coparticipación, la CABA concentra un filón de recursos "federales" del cual se aprovechan prioritariamente los porteños. Pongo dos ejemplos entre varios: pueden estudiar gratis muchas carreras en la UBA, que se sustenta con impuestos nacionales. Tienen la cabeza de los tres poderes, miles de empleados cuyos sueldos se pagan con impuestos nacionales y que, al gastarse necesariamente en la Ciudad, van derivando en un dulce goteo hacia las arcas porteñas.
De un tercio a la mitad de los "recursos humanos" que trabajan en la ciudad autónoma fueron formados en escuelas del "interior", sea Orán o San Isidro, que ven emigrar allí sus mejores cuadros. Rizando el rizo del sinalagma, nadie le reclamaría a la CABA la compensación por ese -en terminología del fútbol- "derecho de formación".
Muchas decisiones de provisión de recursos escasos se toman teniendo en cuenta de que si algo es muy costoso y precioso como para no poder distribuirlo geográficamente, por default esa cosa se instala en la Capital, y si alguien quiere aprovecharla que vaya allí. Esto vale tanto para el Teatro Colón y el Museo Nacional de Bellas Artes como para la aparatología médica. Y está bien que así sea, pero hay un entendimiento implícito de lealtad federal que el gobierno que recién asume pretende revisar, o mejor dicho, obviar.
Asuman que la ciudad de Buenos Aires es una ciudad que vive del turismo, y no estoy hablando de japoneses o de rubios que estudian espagnol.
Como consecuencia de lo cual, tiene que asumir que va a tener que afrontar niveles de infraestructura mayores a los estrictamente necesarios para satisfacer a sus residentes.
Y que esa demanda no es un obstáculo, sino causa de su grandeza, cuando uno mira el cuadro completo. Acaso el nivel de razonamiento del gerenciador gobierno porteño sea similar a la objeción de la paloma de Kant sobre el molesto aire. No es una carga que debe sortear, sino la fuente misma de su sustentación. O, en terminología vieja y romana: ubi emolumentum, ibi onus.
Links
- Probablemente nadie lea semejante trabajo a esta altura del año, pero que quede como referencia para los que lleguen googleando en el futuro. Recomendamos, sobre el tema de "lealtad federal", este paper de Mercé Barceló Iserramalera (PDF), desbrozando los Criterios Hermenéuticos del Tribunal Constitucional Alemán sobre el concepto de "bundestreue" para el reparto de competencias entre el "Bund" y los "Lander. Es algo "viejo" (de 1989) pero una referencia clásica para los que quieran estudiar el tema sin aprenderse alemán.
Desde que nos enteramos le estuvimos dando vueltas al tema. Primero, nobleza obliga, hay que reconocer que no es algo novísimo en nuestro derecho. En muchos sitios la residencia física, y/o la antigüedad en la residencia en un lugar es un factor que se usa para discernir la atribución de recursos escasos -incluso, y muchas veces a nivel constitucional, la atribución de derechos políticos, como el de "ser elegido". Sin excepción, todos los planes de vivienda sociales que implementan las provincias están condicionados a que el adjudicatario haya vivido equis tiempo en su territorio. Primero, los nuestros. Más controvertidamente, existen leyes de "compre acá", que le dan una preferencia en licitaciones a las empresas locales. En cualquiera de los casos, uno imagina que, sin preferencia "legal", la ventaja de localía igual funciona de facto.
Ahora bien, estas modalidades de cuotas y preferencias nunca habían llegado a los hospitales públicos, por eso hay algo nuevo en lo que vamos a comentar.
En el blog Finanzas públicas (link aquí) nuestro Musgrave criollo recuerda en inspirado post el teorema de la descentralización de Wallace Oates.
Según dicha construcción teorica uno de los límites al traspaso de responsabilidades de gasto público hacia los niveles subnacionales de gobierno (provincias y municipios) es la existencia de externalidades públicas. Existen externalidades públicas cuando una jurisdicción provee un bien público (en sentido laxo, incluyendo salud y educación) y dicho bien es disfrutado por habitantes de otras jurisdicciones, quienes no son contribuyentes en la jurisdicción proveedora.
El problema aquí es que en la Ciudad "Autónoma", como todo centro administrativo y gubernamental, su razón de ser es la de dar externalidades públicas, como el apéndice de un sinnúmero de actividades productivas que la necesitan a esos efectos.
¿Está tan claro que la CABA sale perdiendo en ese intercambio?
Déjenme puntuar algunas razones por las que pienso que no.
Buenos Aires -la ciudad- tiene muchos más contribuyentes que los empadronados. Depende de millones de personas que aportan y sin vivir allí tributan a su economía, en forma directa -sobre todo a través de los ingresos brutos que pagan cuando compran en la CABA- y en forma indirecta. La estructura económica que tiene está sostenida por gente que no vive ahí.
Yo voy a Buenos Aires unas veinte veces por año, y aún sin que lleguen "facturas" a mi nombre hago un bruto aporte neto a sus finanzas --más que muchos porteños. Y no uso de la infraestructura porteña -la que paga la ciudad- más que las veredas y algo del San Martín, a precios de entrada notoriamente subsidiados. Que tampoco son grandes servicios que digamos.
Puede ser que mi caso sea excepcional, pero no lo es: en la misma están, y son contribuyentes más poderosos que yo, el malón de gente que vive en countries y zonas prósperas del conurbano, pero también en las ciudades dormitorio del oeste y del sur. Esos van a Buenos Aires 300 veces por año, no 20.
Si lo vemos desde la perspectiva del gasto fiscal, más allá de los índices de la Coparticipación, la CABA concentra un filón de recursos "federales" del cual se aprovechan prioritariamente los porteños. Pongo dos ejemplos entre varios: pueden estudiar gratis muchas carreras en la UBA, que se sustenta con impuestos nacionales. Tienen la cabeza de los tres poderes, miles de empleados cuyos sueldos se pagan con impuestos nacionales y que, al gastarse necesariamente en la Ciudad, van derivando en un dulce goteo hacia las arcas porteñas.
De un tercio a la mitad de los "recursos humanos" que trabajan en la ciudad autónoma fueron formados en escuelas del "interior", sea Orán o San Isidro, que ven emigrar allí sus mejores cuadros. Rizando el rizo del sinalagma, nadie le reclamaría a la CABA la compensación por ese -en terminología del fútbol- "derecho de formación".
Muchas decisiones de provisión de recursos escasos se toman teniendo en cuenta de que si algo es muy costoso y precioso como para no poder distribuirlo geográficamente, por default esa cosa se instala en la Capital, y si alguien quiere aprovecharla que vaya allí. Esto vale tanto para el Teatro Colón y el Museo Nacional de Bellas Artes como para la aparatología médica. Y está bien que así sea, pero hay un entendimiento implícito de lealtad federal que el gobierno que recién asume pretende revisar, o mejor dicho, obviar.
Asuman que la ciudad de Buenos Aires es una ciudad que vive del turismo, y no estoy hablando de japoneses o de rubios que estudian espagnol.
Como consecuencia de lo cual, tiene que asumir que va a tener que afrontar niveles de infraestructura mayores a los estrictamente necesarios para satisfacer a sus residentes.
Y que esa demanda no es un obstáculo, sino causa de su grandeza, cuando uno mira el cuadro completo. Acaso el nivel de razonamiento del gerenciador gobierno porteño sea similar a la objeción de la paloma de Kant sobre el molesto aire. No es una carga que debe sortear, sino la fuente misma de su sustentación. O, en terminología vieja y romana: ubi emolumentum, ibi onus.
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- Probablemente nadie lea semejante trabajo a esta altura del año, pero que quede como referencia para los que lleguen googleando en el futuro. Recomendamos, sobre el tema de "lealtad federal", este paper de Mercé Barceló Iserramalera (PDF), desbrozando los Criterios Hermenéuticos del Tribunal Constitucional Alemán sobre el concepto de "bundestreue" para el reparto de competencias entre el "Bund" y los "Lander. Es algo "viejo" (de 1989) pero una referencia clásica para los que quieran estudiar el tema sin aprenderse alemán.