El 29 de septiembre Mario Das Neves firmó una nota en La Nación: "La inseguridad y la teoría de las ventanas rotas".
La anécdota es que Das Neves firmó el artículo, pero no lo escribió. La notita era "una copia casi idéntica" de esta otra publicada en el blog tigreseguro.blogspot.com. LN reporta el hecho.
Mas allá del papelón, más allá de las excusas, no sé si el hecho de la "copia" es tan relevante. Todos sabemos que Cristina no escribe los decretos que firma, como tampoco lo hacen Macri ni Hermes Binner. Hubo una falla en la cadena de chequeos, cadena tristemente bastante frágil a todo nivel, incluso académico.
Todo eso es anécdota. Si un político firma una nota negando el holocausto, y después descubrimos que la copió de una web nazi, es absurdo que nos enojemos ... por el plagio.
Entonces, lo malo es que Das Neves "compre" y "crea" en esa teoría, sin hacer ningún reparo. Y lo más triste, además, es que está tan extendida.
Con ustedes, el argumento de la teoría (en versión original, de Wilson y Kelling, acá en PDF), que es el monumento a la escuela de pensamiento "pendiente resbaladiza". Supongamos un edificio con una ventana rota. Si al lado empieza a ver una, dos, tres más, seguro que los que pasen por al lado van a tirar piedras para romper más ventanas (la escena transcurre en Saavedra). Una vez que haya muchas ventanas rotas, alguien va a entrar al edificio, luego otro más se va a meter adentro, y en poco tiempo todo el edificio va a ser un aguantadero de delincuentes y fumadores de paco. Todo lo cual podría evitarse si cambiábamos la ventana la primera vez que se rompía, y castigábamos debidamente al vándalo tirapiedra.
Recapitulando, Das Neves firma una nota en la que se manejan estas premisas:
Por qué seduce la teoría.
No es tan dificil comprenderlo: aquí van algunas razones.
1. Tiene la ventaja inicial de la simplificación: todo el fenómeno del delito es uno solo y está todo relacionado. Del mismo modo se pontifica sobre moralidad: como dijo Barone una vez, el cadete que se queda con un diskette usado es equiparado al funcionario/empresario entongado en coimas y fraudes, con el argumento de que están haciendo ilicitudes análogas, sólo distinguibles por la diferente escala de oportunidades de la que dispone. La imbecilidad, en fin, de suponer que el gerente y el ministro van a dejar de robar el día en que el cadete deje de quedarse con los diskettes.
2. Otra gran ventaja: tranquiliza conciencias. "Pone el acento no en la pobreza, sino en el ´contagio´ de conductas inmorales y antisociales; en el poderoso motor de la imitación alentado por la impunidad", dice la nota de DN.
3. Es una teoría moralista y nosotros somos moralistas. La teoría supone que en el desorden y la suciedad hay algo intrínsecamente malo, que es el huevo de la serpiente: genera delito.
4. Parece contradictorio con lo anterior, pero no lo es: la teoría es apolítica, aséptica, no genera controversia alguna. Dicho de otro modo: ¿a usted le parece bien que se rompa un vidrio, que se estacione en la vereda, que se tire la basura en la calle?.
5. Se puede indizar y manipular con facilidad. Sirve fenomenalmente a los efectos de mostrar estadísticas de altos guarismos.
6. Cuando la aplicamos, es un fast food, podemos mostrar ejemplos concretos cada diez minutos: pibes que van a la comisaría por tomar cerveza en la calle, autos remolcados con la grúa. Podemos, tal vez debemos, exhibir todo eso públicamente, para que el escarnio multiplique el efecto disuasivo.
Los problemas de la "teoría"
No voy a ver en particular los ejemplos "empíricos", con Giuliani a la cabeza, que supuestamente avalan aplicaciones exitosas de esta teoría. No vale la pena porque se trata de casos donde efectivamente hubo disminución en tasas de criminalidad al mismo tiempo que se aplicaban políticas de "tolerancia cero" con pequeñas transgresiones. Pero eso no demuestra nada: simultaneidad no quiere decir causalidad (el razonar del cabulero: River mete un gol en la final de la Libertadores cuando estoy con las piernas cruzadas, eso demuestra que mi posición fue la causa del gol, y no la insólita posición del arquero Córdoba que sale a buscar una pelota al corner y ha rechazado torpemente a 30 metros de su arco). En todos los "casos exitosos" hay causas más estructurales -y más eficientes como explicación- que acompañan la reducción del delito: reformas penales, reestructuraciones administrativas policiales, aumentos de presupuesto, mejoras económicas, cambios demográficos.
No voy a chicanear diciendo que en Enron no había ventanas rotas, que tampoco las había en las mansiones de Madoff.
Mas allá de ello, los problemas conceptuales son claros:
- Es una premisa criminológica falsa la de que el delito pequeño se comunica con el grande. En la nota que firma Das Neves, se teoriza: "al no sancionarse las "pequeñas faltas", como estacionar mal, exceder el límite de velocidad o violar una luz roja, se van estimulando faltas mayores y luego delitos cada vez más graves". No es verdad: el que estaciona el auto tiene motivaciones distintas del que maneja a 120 en una calle urbana y por ahí pasa por arriba a otro. Son problemas distintos, de otra dimensión. Lo más probable es que el que maneja a 120 sea super cuidadoso para estacionar. Y es injusto que sancionemos al que estacionó mal con la idea de que debemos cuidarnos de él, porque en su acto hay un asesino al volante en potencia.
- Es una forma irracional de gestión: desperdiciar recursos escasos de la estructura policial y judicial en bagatelas. El eje Blumberg suele burlarse de la expresión "sensación de inseguridad". Pues bien: la mayor parte de lo que se haga con base en esta teoría será meramente cosmético, una "sensación de actividad", tranquilizadora a corto plazo, pero frustrante a la larga. Uno de los chistes que más gracia me causa es el del tipo que una noche ve a un borracho en una esquina, agachado abajo de un farol, mirando el piso. Le pregunta qué está haciendo. El borracho le dice: - "Busco las llaves que se me cayeron". El tipo pregunta: "¿Se le cayeron por acá?". - "No, se me cayeron en el baldío que está al lado de las vías, ese que está re oscuro". - "¿Y entonces, por qué las busca acá?". - "Y, porque acá hay luz...".
- Es una forma irracional de asignación del poder punitivo, cuyo resultado más probable será la pérdida de proporcionalidad en la atribución de imputaciones y penas a las contravenciones menos ofensivas (que tienen menores garantías y son, por ende, más propensas a arbitrariedades y sesgos ambientales inducidos por la autoridad).
- Es infalsable, en el sentido popperiano. Si fracasa, se puede decir que no se ha sido lo suficientemente estricto. Y entonces, llegar a la fase superior de la teoría de las ventanas rotas: la teoría de las ventanas sucias.
La anécdota es que Das Neves firmó el artículo, pero no lo escribió. La notita era "una copia casi idéntica" de esta otra publicada en el blog tigreseguro.blogspot.com. LN reporta el hecho.
Mas allá del papelón, más allá de las excusas, no sé si el hecho de la "copia" es tan relevante. Todos sabemos que Cristina no escribe los decretos que firma, como tampoco lo hacen Macri ni Hermes Binner. Hubo una falla en la cadena de chequeos, cadena tristemente bastante frágil a todo nivel, incluso académico.
Todo eso es anécdota. Si un político firma una nota negando el holocausto, y después descubrimos que la copió de una web nazi, es absurdo que nos enojemos ... por el plagio.
Entonces, lo malo es que Das Neves "compre" y "crea" en esa teoría, sin hacer ningún reparo. Y lo más triste, además, es que está tan extendida.
Con ustedes, el argumento de la teoría (en versión original, de Wilson y Kelling, acá en PDF), que es el monumento a la escuela de pensamiento "pendiente resbaladiza". Supongamos un edificio con una ventana rota. Si al lado empieza a ver una, dos, tres más, seguro que los que pasen por al lado van a tirar piedras para romper más ventanas (la escena transcurre en Saavedra). Una vez que haya muchas ventanas rotas, alguien va a entrar al edificio, luego otro más se va a meter adentro, y en poco tiempo todo el edificio va a ser un aguantadero de delincuentes y fumadores de paco. Todo lo cual podría evitarse si cambiábamos la ventana la primera vez que se rompía, y castigábamos debidamente al vándalo tirapiedra.
Recapitulando, Das Neves firma una nota en la que se manejan estas premisas:
1. La ventana rota transmite una idea de deterioro, desinterés y ruptura de los códigos de convivencia. A partir de ahí, vale todo.
2. Para acabar con la inseguridad es menester perseguir también los pequeños delitos.
Por qué seduce la teoría.
No es tan dificil comprenderlo: aquí van algunas razones.
1. Tiene la ventaja inicial de la simplificación: todo el fenómeno del delito es uno solo y está todo relacionado. Del mismo modo se pontifica sobre moralidad: como dijo Barone una vez, el cadete que se queda con un diskette usado es equiparado al funcionario/empresario entongado en coimas y fraudes, con el argumento de que están haciendo ilicitudes análogas, sólo distinguibles por la diferente escala de oportunidades de la que dispone. La imbecilidad, en fin, de suponer que el gerente y el ministro van a dejar de robar el día en que el cadete deje de quedarse con los diskettes.
2. Otra gran ventaja: tranquiliza conciencias. "Pone el acento no en la pobreza, sino en el ´contagio´ de conductas inmorales y antisociales; en el poderoso motor de la imitación alentado por la impunidad", dice la nota de DN.
3. Es una teoría moralista y nosotros somos moralistas. La teoría supone que en el desorden y la suciedad hay algo intrínsecamente malo, que es el huevo de la serpiente: genera delito.
4. Parece contradictorio con lo anterior, pero no lo es: la teoría es apolítica, aséptica, no genera controversia alguna. Dicho de otro modo: ¿a usted le parece bien que se rompa un vidrio, que se estacione en la vereda, que se tire la basura en la calle?.
5. Se puede indizar y manipular con facilidad. Sirve fenomenalmente a los efectos de mostrar estadísticas de altos guarismos.
6. Cuando la aplicamos, es un fast food, podemos mostrar ejemplos concretos cada diez minutos: pibes que van a la comisaría por tomar cerveza en la calle, autos remolcados con la grúa. Podemos, tal vez debemos, exhibir todo eso públicamente, para que el escarnio multiplique el efecto disuasivo.
Los problemas de la "teoría"
No voy a ver en particular los ejemplos "empíricos", con Giuliani a la cabeza, que supuestamente avalan aplicaciones exitosas de esta teoría. No vale la pena porque se trata de casos donde efectivamente hubo disminución en tasas de criminalidad al mismo tiempo que se aplicaban políticas de "tolerancia cero" con pequeñas transgresiones. Pero eso no demuestra nada: simultaneidad no quiere decir causalidad (el razonar del cabulero: River mete un gol en la final de la Libertadores cuando estoy con las piernas cruzadas, eso demuestra que mi posición fue la causa del gol, y no la insólita posición del arquero Córdoba que sale a buscar una pelota al corner y ha rechazado torpemente a 30 metros de su arco). En todos los "casos exitosos" hay causas más estructurales -y más eficientes como explicación- que acompañan la reducción del delito: reformas penales, reestructuraciones administrativas policiales, aumentos de presupuesto, mejoras económicas, cambios demográficos.
No voy a chicanear diciendo que en Enron no había ventanas rotas, que tampoco las había en las mansiones de Madoff.
Mas allá de ello, los problemas conceptuales son claros:
- Es una premisa criminológica falsa la de que el delito pequeño se comunica con el grande. En la nota que firma Das Neves, se teoriza: "al no sancionarse las "pequeñas faltas", como estacionar mal, exceder el límite de velocidad o violar una luz roja, se van estimulando faltas mayores y luego delitos cada vez más graves". No es verdad: el que estaciona el auto tiene motivaciones distintas del que maneja a 120 en una calle urbana y por ahí pasa por arriba a otro. Son problemas distintos, de otra dimensión. Lo más probable es que el que maneja a 120 sea super cuidadoso para estacionar. Y es injusto que sancionemos al que estacionó mal con la idea de que debemos cuidarnos de él, porque en su acto hay un asesino al volante en potencia.
- Es una forma irracional de gestión: desperdiciar recursos escasos de la estructura policial y judicial en bagatelas. El eje Blumberg suele burlarse de la expresión "sensación de inseguridad". Pues bien: la mayor parte de lo que se haga con base en esta teoría será meramente cosmético, una "sensación de actividad", tranquilizadora a corto plazo, pero frustrante a la larga. Uno de los chistes que más gracia me causa es el del tipo que una noche ve a un borracho en una esquina, agachado abajo de un farol, mirando el piso. Le pregunta qué está haciendo. El borracho le dice: - "Busco las llaves que se me cayeron". El tipo pregunta: "¿Se le cayeron por acá?". - "No, se me cayeron en el baldío que está al lado de las vías, ese que está re oscuro". - "¿Y entonces, por qué las busca acá?". - "Y, porque acá hay luz...".
- Es una forma irracional de asignación del poder punitivo, cuyo resultado más probable será la pérdida de proporcionalidad en la atribución de imputaciones y penas a las contravenciones menos ofensivas (que tienen menores garantías y son, por ende, más propensas a arbitrariedades y sesgos ambientales inducidos por la autoridad).
- Es infalsable, en el sentido popperiano. Si fracasa, se puede decir que no se ha sido lo suficientemente estricto. Y entonces, llegar a la fase superior de la teoría de las ventanas rotas: la teoría de las ventanas sucias.