Termina el año, y con el aparecen los arbolitos de navidad y los exámenes finales. Interrumpimos la transmisión para hacer un llamamiento doble: a los profesores que nos leen, que sean buenos y que sean justos, a los alumnos, hágannos quedar bien.
Ahora sí, volvemos a lo que iba, crítica de costumbres, a propósito de esos exámenes, pero aplicable a muchas otras cosas.
Este es es un diálogo de muchos que oiremos:
- "bueno, metele y te va a ir bien, éxitos"
Yo no sé si eso ocurre en mi micromundo nada más. Antes oía mucho el mèrde, como si todos fueran actores. Me caía mal. El "éxitos" es peor. Si uno pone cara de algo, el interlocutor no se priva de explicitar la robusta teoría que hay detrás de la palabra.
- "éxito, porque suerte se le desea a los mediocres".
Algunos hasta se corrijen, le desean suerte a alguien y luego, sabedores de esta doctrina, se apuran a decir: "bueno, no, suerte no, éxitos".
La pindonga: hay que desear suerte.
La teoría del "éxito" es nefasta. Supone que la capacidad y el esfuerzo personal es condición necesaria y suficiente para cualquier cosa que uno se proponga: el paraíso onírico de la autonomía de la voluntad. No es así. No siempre es así.
Supone, equivocadamente también, que sólo necesitan suerte los mediocres. No. Diego Maradona necesitó de la suerte para hacer el segundo gol a los ingleses y Colón para llegar a América. Obama y Gaudio y Federer y Fleming y John Rawls tuvieron suerte. Necesitó suerte Napoleón para ganar muchas batallas, como necesitaron de la suerte también los que lo derrotaron a Napoleón.
Si los grandes genios necesitan suerte, nosotros también; mucha más.
Si grandes imperios cayeron o se construyeron en base a la suerte, tu examen recuperatorio de biología es mucho menos que eso; se los juro.
Así que yo deseo suerte. Estudiá, más vale. Pero en cualquier caso: suerte.
Sabemos que hay fuerzas superiores en el destino; desear suerte es un pequeño impuesto, reconocer su influencia en todo pequeño acto, convocar a que nos visiten.
Éxito desean los mediocres, pobres cabezas colonizadas por Comte y por libros de autoayuda, personas pequeñas que se piensan autosuficientes en el universo.
Lnks
Vean Match point, de Allen. Lean con atención la letra de O Fortuna de Carmina Burana. Oiganla acá.
Ahora sí, volvemos a lo que iba, crítica de costumbres, a propósito de esos exámenes, pero aplicable a muchas otras cosas.
Este es es un diálogo de muchos que oiremos:
- "bueno, metele y te va a ir bien, éxitos"
Yo no sé si eso ocurre en mi micromundo nada más. Antes oía mucho el mèrde, como si todos fueran actores. Me caía mal. El "éxitos" es peor. Si uno pone cara de algo, el interlocutor no se priva de explicitar la robusta teoría que hay detrás de la palabra.
- "éxito, porque suerte se le desea a los mediocres".
Algunos hasta se corrijen, le desean suerte a alguien y luego, sabedores de esta doctrina, se apuran a decir: "bueno, no, suerte no, éxitos".
La pindonga: hay que desear suerte.
La teoría del "éxito" es nefasta. Supone que la capacidad y el esfuerzo personal es condición necesaria y suficiente para cualquier cosa que uno se proponga: el paraíso onírico de la autonomía de la voluntad. No es así. No siempre es así.
Supone, equivocadamente también, que sólo necesitan suerte los mediocres. No. Diego Maradona necesitó de la suerte para hacer el segundo gol a los ingleses y Colón para llegar a América. Obama y Gaudio y Federer y Fleming y John Rawls tuvieron suerte. Necesitó suerte Napoleón para ganar muchas batallas, como necesitaron de la suerte también los que lo derrotaron a Napoleón.
Si los grandes genios necesitan suerte, nosotros también; mucha más.
Si grandes imperios cayeron o se construyeron en base a la suerte, tu examen recuperatorio de biología es mucho menos que eso; se los juro.
Así que yo deseo suerte. Estudiá, más vale. Pero en cualquier caso: suerte.
Sabemos que hay fuerzas superiores en el destino; desear suerte es un pequeño impuesto, reconocer su influencia en todo pequeño acto, convocar a que nos visiten.
Éxito desean los mediocres, pobres cabezas colonizadas por Comte y por libros de autoayuda, personas pequeñas que se piensan autosuficientes en el universo.
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