Hemos tratado de ver el mundial –salvo corners y tiros libres- por el canal 614, gloriosa “vista táctica” sin relatos, que permite ver lo que vas a ver en la cancha, que es qué hacen los que están fuera del radio del ppp, próximo posible pase. Una sola cámara sin repeticiones que sigue la jugada desde una cabecera muy elevada, casi cenital, mostrando la cancha entera. El saldo es mixto y sería prematuro sostener todavía nuestra controvertida tesis sobre el fin del mediocampismo.
De momento: no creemos en los chismes tecnológicos de GPSs que muestran mapas de calor y cuentan kilómetros recorridos en cancha. Tévez baja y se pone en la barrera de un tiro libre en contra nuestro. La jugada se demora y la computadora registra como que estuvo cinco minutos parado en la medialuna del área jugando de dos, lo cual le altera todo el promedio posicional. Gabriel Sayago patea un córner en José Luro y Ameghino, y la computadora consigna que por ese ratito fue el wing más extremo posible del eje noroeste. Es la historia del tipo que se ahogó en el lago que tenía una profundidad promedio de 40 centímetros, justo porque tuvo la mala suerte de embocarle al pedacito que tenía cinco metros de hondo.
Si creemos en nuestros ojos: contraviniendo el ideal de belleza contemporáneo de “equipo corto”, Argentina es plausiblemente y consistentemente el equipo más largo del mundo, con mucha distancia entre líneas. También, tema que puede preocuparnos, aparece como un equipo algo “estrecho” horizontalmente, porque los que están encargados de las bandas de arriba y abajo tienen una tendencia a ir hacia adentro. Por eso lo hieren tal vez demasiado los cambios de frente.
Pero José Samano escribe mejor que yo y sabe de fútbol más que yo. Describe en El País cómo Argentina “ha decidido desafiar a la ortodoxia reinante”:
Por otro lado, España ha visto como se pincha la burbuja de su ridículo 4-1-4-1, que en realidad terminó siendo ante Suiza un 2-7-1. O urde urgente un plan de evacuación del mediocampismo, o ni Honduras.
De momento: no creemos en los chismes tecnológicos de GPSs que muestran mapas de calor y cuentan kilómetros recorridos en cancha. Tévez baja y se pone en la barrera de un tiro libre en contra nuestro. La jugada se demora y la computadora registra como que estuvo cinco minutos parado en la medialuna del área jugando de dos, lo cual le altera todo el promedio posicional. Gabriel Sayago patea un córner en José Luro y Ameghino, y la computadora consigna que por ese ratito fue el wing más extremo posible del eje noroeste. Es la historia del tipo que se ahogó en el lago que tenía una profundidad promedio de 40 centímetros, justo porque tuvo la mala suerte de embocarle al pedacito que tenía cinco metros de hondo.
Si creemos en nuestros ojos: contraviniendo el ideal de belleza contemporáneo de “equipo corto”, Argentina es plausiblemente y consistentemente el equipo más largo del mundo, con mucha distancia entre líneas. También, tema que puede preocuparnos, aparece como un equipo algo “estrecho” horizontalmente, porque los que están encargados de las bandas de arriba y abajo tienen una tendencia a ir hacia adentro. Por eso lo hieren tal vez demasiado los cambios de frente.
Pero José Samano escribe mejor que yo y sabe de fútbol más que yo. Describe en El País cómo Argentina “ha decidido desafiar a la ortodoxia reinante”:
El centro del campo es un terreno que Maradona desprecia tanto que su capitán, Mascherano, es el único medio, el único ancla. Para el popular y populista seleccionador albiceleste, el juego tiene dos áreas y entre una y otra, el Sáhara.
Por otro lado, España ha visto como se pincha la burbuja de su ridículo 4-1-4-1, que en realidad terminó siendo ante Suiza un 2-7-1. O urde urgente un plan de evacuación del mediocampismo, o ni Honduras.