El mes pasado la Revista Apertura publicó su ya tradicional “ranking de abogados de la city”. Esta vez no nos interesa la inverosímil tabla de posiciones, correctamente calibrada y autoreferencial, votada por su propio objeto de estudio (abogados “de la City”), sino husmear, a propósito de la también tradicional nota de fondo (cerca de diez páginas, firmada por Juan Manuel Compte y Pablo Ortega, titulada “Abogados en tiempos de guerra”) sobre las cuitas y penurias de los “Grandes Estudios” del país, contar un poco lo que se dice y lo que sabemos de ellos en dos hojitas: nos corremos entonces del eje habitual de trinchera del blog y pasamos a esos lugares de dicroicas, plantas raras y mármoles lustrados, en los que tenemos algunos queridos amigos y tal vez cuatro o cinco lectores que podrán dar fe o desmentir nuestro comentario.
Lo que sangra la cúpula
El estudio de Errecondo es apostrofado como Errecondo´s gang. “Hay muy poco self-respect por el trabajo”, dice uno. “Los chicos tienen que mostrar, on the field, las jinetas ganadas”.
Está el inventario de muescas en el revólver, cuantas M&A (fusiones y adquisiciones) cuántos deals, OPAs, ONs, cuántos peces se comieron los tiburones.
Están las fotos cinematográficas, tarantinescas, en contrapicado, poses registradas. Algunos mantienen las apariencias que aprendieron, vía colonización cultural, en películas como The Firm, se jactan de haber llegado al Aconcagua y llaman “apóstoles” a sus socios.
Luego uno ve el listado de las operaciones en las que intervinieron y aparece destacada la siguiente: venta de galletitas Okebon, a un grupo peruano. Es lo que hay.
Off the record hay un ambiente de desesperanza y caras largas. Se quejan de dumping de otros estudios y de socios que salen a golpear puertas de los clientes de sus competidores ofreciéndoles mejor precio. Un estudio donde todo el mundo tiene atado su sueldo a beneficios arroja el siguiente balance de ganancias: cero pesos. Los márgenes son muy chicos. Cunden las escisiones cuando un subgrupo de socios se avivan que ellos pueden hacer lo mismo más barato desde una estructura más chica. Anécdota textual: “ex socio de una firma renombrada que hoy encontró mejor vida en su proyecto individual, se cayó en sus reales cuando se enteró de que, por un trabajo de recupero de cobranzas, pujaba contra dos bufetes top-5. “Antes, ellos no se hubieran bajado a agarrar algo así. Lo tomaban sólo porque eran los abogados de cabecera del cliente”.
En resumen: se quieren matar.
El proletariado jurídico
Interesante relevamiento de salarios con sorprendentes conclusiones.
La mitad de los abogados senior ganan alrededor de $ 10.000 mes. Teniendo en cuenta el alto nivel de especialización y experiencia que requiere llegar ahí, es poco.
La mitad de los abogados junior ganan $ 4.000 o menos. Teniendo en cuenta que para llegar a trabajar en grandes estudios hay que recibirse con honores, saber idiomas, estar en la punta de la punta de la pirámide curriculera de tu generación, especializarse, etc., mil dólares es muy poca plata. De ahí vienen las quejas: eso no compensa el sacrificio, el junior no se ve motivado, no se pone las pilas, no transpira la camiseta, su desinterés es percibido como sinónimo de pocas luces, lo mandan a hacer tareas de juntapapeles, se enajena, eventualmente se va.
La nota concluye diciendo que la rotación entre los juniors es ahora para los grandes estudios “un costo asumido”. La nota, bobamente, lo atribuye a los nuevos valores culturales de la “Generación Y”. Coupland, cuántos crímenes se cometen en tu nombre.
Alguien, Generación X como yo, que trabaja en uno de estos estudios me dijo el otro día: “yo pagué derecho de piso, pero lo pagué mientras ganaba muy bien, y me daban cosas interesantes para ir haciendo, y me pagaban viajes, capacitación, bonus; hoy no están, no estamos haciendo eso, les pagamos poco, y lo barato sale caro”.
Se malacostumbraron
El big bang de los estudios fue en los 90 cuando todas las compañías, publicas y privadas, tenían el cartel de “en venta” colgando. Y casi todo se vendió. Estos estudios en buena medida no hicieron la plata litigando, la hicieron interviniendo en esas ventas. El due diligence es como la revisación médica que le hacen a un jugador que un club compra. En el caso de una empresa, la idea es ver si tiene todos los papeles en blanco, si hay algún riesgo legal en su operatoria, si tiene un pasivo contingente importante por juicios que podría perder, etc. De este proceso a veces surgen pequeños o grandes reajustes en la operación que se negocia.
Después vino la crisis de 2001 que paradójicamente abrió un nuevo ciclo de ventas, fusiones y adquisiciones, entre los que quisieron desinvertir y los que aprovechaban compañías que la crisis había dejado a precio de saldo.
Hoy el dique se secó, por razones económicas (a muchas empresas les está yendo bien y la idea es aprovechar el flujo positivo, no vender) y por razones políticas, de seguridad jurídica. Enfoquémonos un poco en eso.
Seguridad jurídica y pequeñas anécdotas sobre las instituciones jurídicas
Digresión: el otro día leíamos Barcelona en una de esas partes en que el sarcasmo queda peligrosamente cerca de la realidad. Decía: El empresario Cristiano Ratazzi reclamó “seguridad jurídica” y explicó que “para invertir, el empresariado necesita garantías de que nadie va a venir después a pedir explicaciones legales, ni fiscales”. Bueno, eso.
Y leemos entonces lo que dicen en la nota de Apertura los consiglieri:
1. “La característica nueva de los M&A es asumir el riesgo regulatorio. Que la operación termine sin la certeza de que se obtengan las aprobaciones”, explica un fogueado experto en closings. Ergo: descubrimos: el concepto de riesgo regulatorio, algo que “antes”, lejos de “asumirse”, se descontaba. El Estado aprobaba cualquier cosa.
2. “”A los abogados nos cuesta pensar que uno crea valor respondiendo un sumario de la CNV. Pero es lo que el cliente necesita hoy”. Ergo: un sumario de la CNV era esotérico diez años atrás. No una sanción: un mero sumario.
3. “Por la intervención creciente del Gobierno, transacciones que hubieran sido pacíficas en otros tiempos, hoy no lo son. Eso da un trabajo extra importante, con un conocimiento del Derecho Público que antes no era requerido. El Estado interfiere en negocios privados”, apunta Horacio Ruiz Moreno, socio de MCRAFO&RM, un estudio que pide a gritos letras vocales. Ergo: antes el conocimiento del derecho público era, grosso modo, irrelevante.
En términos prácticos, esto significa que ahora hacer un due diligence es mucho más difícil, mucho menos delegable, requiere más tiempo. Tal vez una manera distinto de decirlo fuera esta: antes hacerlo era una pavada que se cobraba carísimo. Ahora es una cosa difícil que se cobra simplemente caro. Y que se hace menos. Y eso explica por qué tenías tres pisos de la torre, y ahora tuviste que desalquilar dos.
Lnks
- Por si les interesa: ranking de abogados y ranking de estudios.