Despojado del alter ego alexyano, algunas cositas sobre el Mundial, antes de volver al nicho (expresión muy apropiada) temático de este blog.
Mundial: no hay con qué darle. Allá por marzo, recuerdo haber dicho: "Me entusiasma más la pelea del Chino Maidana que lo que vaya a hacer Argentina en el Mundial de Brasil". Fui de los que pensé que no había "clima mundialista" y que no era sólo por impericia de los agentes publicitarios, sino porque había un apagamiento de la gente, tal vez por sobreexposición al producto fútbol. Hete aquí que no, claramente. La administrada escasez de la cosa (solo hay uno cada cuatro años), la densidad de eventos (64 partidos en un mes), la recuperación abismal del amateurismo pleno en sus actores, la simplicidad y rigor del formato alinea todos el planeta. El saldo que emerge de Brasil es que todas las demás cosas que nos pueden interesar en el rubro recreativo no tienen equivalencia posible con la hondura con la que cala un mundial. Juegos Olímpicos, Copas América, superclásicos o intercontinentales, Champions League, todos son espectaculos de intensidad y anclaje muy inferior. No hay con qué darle.
El sistema Mascherano. Está muy bien lo que dice Mascherano, además de su evaluación por las cosas resultados absolutos, tienen que evaluarse por resultados relativos: cómo estábamos cuando empezamos algo, y cómo estamos ahora. Cierto consenso era que la seleccíón podía darse por cumplida si llegaba a semifinales, y superó esa cota. Lo hizo sin apabullar pero sin tambalear, y le dio durísima batalla al que fue claramente el mejor equipo del mundo, y es hoy, y por cuatro años, el segundo mejor país en algo que le importa a demasiada gente. No está nada mal. La derrota- dice Saramago- tiene algo positivo, nunca es definitiva; en cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.
"Nos creemos más que lo que somos". Sabella dijo un par de veces que "nos creemos más que lo que somos". Esta distorsión no es gratuita. La cuenta @ProgramaAEDuns, del Programa AED de la Universidad Nacional del Sur explicó en algunos tuits que pongo en prosa este tópico del Análisis Económico del Derecho. Expectativas exageradas sobre nuestras capacidades hacen que un acuerdo objetivamente razonable, nos parezca poco atractivo e inaceptable. Excesivo optimismo dificulta alcanzar acuerdos, y por eso "creerse más" impide alcanzar acuerdos (privados, institucionales) convenientes.
Una valoración negativa del equipo requiere entonces suponer que era inaceptable no ganar este mundial. Ahora bien, para poner en contexto a qué nivel eso es una fanfarronada revisemos la muy simple materia pendiente que ya expusimos en este blog. Y van a ver.
La materia pendiente: ganarle a un grande. Sí, Argentina logró en este mundial "pasar el Rubicón" de los cuartos de final, y llegar al bendito horizonte de siete partidos. Pero fíjense: sigue sin poder ganarle a un equipo grande desde aquel gol de Caniggia a Brasil en 1990. Más aún, en ocho partidos sólo pudo hacer cuatro goles, y uno sólo en juego abierto: Piojo López a Holanda en 1998.
Escuchame entre el ruido. Y esto es todo, no vamos a hacer malabarismos para ver al trasluz el equipo a ver si le encontramos un "mensaje". Hay una arrogancia intelectual en buscar "señales" en cualquier "ruido". Fue un equipo de gente que logró jugar muy bien, que aprovechó sus ráfagas de buena fortuna y le echó cara a los vientos adversos. Dicho esto: es cierto y evidente que un equipo que llega a ese nivel de exposición -en nuestra pequeña aldea- puede tener un efecto inspirador, emulativo. Un montón de cosas entonces salen bien paradas cuando uno mira a esta Selección de Sabella. Rescato el hecho de que se jugó bien sin protestas ni malas artes cuando la cosa estuvo bien (lo que además de ético es estratégicamente correcto: el equipo no le sobraba nada para distraerse en cosas que no fueran el juego), y cuando la cosa salió mal no oí a ningún jugador poner otra excusa que la de lamentarse por no haberlo podido hacer mejor. No árbitro, no suerte. Los jugadores están más maduros que los hinchas. Hay que seguir jugando. Ya va a salir.
En perspectiva, este fue el anteúltimo mundial. Queda el último en Rusia. Nadie se tomará en serio un Mundial en Qatar. Y 2026 es otra vida.
Mientras tanto, lean a Quintín contando qué pasó en Brasil y a Federico Poore explicando por qué este fue el Mejor Mundial de todos los tiempos.
Mundial: no hay con qué darle. Allá por marzo, recuerdo haber dicho: "Me entusiasma más la pelea del Chino Maidana que lo que vaya a hacer Argentina en el Mundial de Brasil". Fui de los que pensé que no había "clima mundialista" y que no era sólo por impericia de los agentes publicitarios, sino porque había un apagamiento de la gente, tal vez por sobreexposición al producto fútbol. Hete aquí que no, claramente. La administrada escasez de la cosa (solo hay uno cada cuatro años), la densidad de eventos (64 partidos en un mes), la recuperación abismal del amateurismo pleno en sus actores, la simplicidad y rigor del formato alinea todos el planeta. El saldo que emerge de Brasil es que todas las demás cosas que nos pueden interesar en el rubro recreativo no tienen equivalencia posible con la hondura con la que cala un mundial. Juegos Olímpicos, Copas América, superclásicos o intercontinentales, Champions League, todos son espectaculos de intensidad y anclaje muy inferior. No hay con qué darle.
El sistema Mascherano. Está muy bien lo que dice Mascherano, además de su evaluación por las cosas resultados absolutos, tienen que evaluarse por resultados relativos: cómo estábamos cuando empezamos algo, y cómo estamos ahora. Cierto consenso era que la seleccíón podía darse por cumplida si llegaba a semifinales, y superó esa cota. Lo hizo sin apabullar pero sin tambalear, y le dio durísima batalla al que fue claramente el mejor equipo del mundo, y es hoy, y por cuatro años, el segundo mejor país en algo que le importa a demasiada gente. No está nada mal. La derrota- dice Saramago- tiene algo positivo, nunca es definitiva; en cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.
"Nos creemos más que lo que somos". Sabella dijo un par de veces que "nos creemos más que lo que somos". Esta distorsión no es gratuita. La cuenta @ProgramaAEDuns, del Programa AED de la Universidad Nacional del Sur explicó en algunos tuits que pongo en prosa este tópico del Análisis Económico del Derecho. Expectativas exageradas sobre nuestras capacidades hacen que un acuerdo objetivamente razonable, nos parezca poco atractivo e inaceptable. Excesivo optimismo dificulta alcanzar acuerdos, y por eso "creerse más" impide alcanzar acuerdos (privados, institucionales) convenientes.
Una valoración negativa del equipo requiere entonces suponer que era inaceptable no ganar este mundial. Ahora bien, para poner en contexto a qué nivel eso es una fanfarronada revisemos la muy simple materia pendiente que ya expusimos en este blog. Y van a ver.
La materia pendiente: ganarle a un grande. Sí, Argentina logró en este mundial "pasar el Rubicón" de los cuartos de final, y llegar al bendito horizonte de siete partidos. Pero fíjense: sigue sin poder ganarle a un equipo grande desde aquel gol de Caniggia a Brasil en 1990. Más aún, en ocho partidos sólo pudo hacer cuatro goles, y uno sólo en juego abierto: Piojo López a Holanda en 1998.
Mientras tanto, lean a Quintín contando qué pasó en Brasil y a Federico Poore explicando por qué este fue el Mejor Mundial de todos los tiempos.