Carlés
Es un candidato "atípico" al que -para adelantar las conclusiones- estamos apoyando.
No creo que su edad (33 años, sería el más joven desde Oyhanarte, que llegó a la Corte con 38) sea un demérito ni una razón específica para hinchar por el. En líneas generales, no nos percuten demasiado bien, ni suenan convicentes, los argumentos que hacen pie en la edad. Dicho queda para la valiente infantería de los que se burlan de Fayt "por viejo".
Cuestión de idoneidades
Para evaluar idoneidad de los cantidatos se puede postular un rosario de idoneidades que cabría reducir aquí a dos: idoneidad técnica e idoneidad etico-cívica. Conozco poco a Carlés (en una posdata explico cuánto), pero hasta donde se es intachable bajo este último rubro (no pedimos conductas supererogatorias, sólo pedimos que alguien no tenga esqueletos en el placard o cosas problemáticas de menor entidad, pero claramente desdorosas, como las que aparecían en el CV de Reposo). Ya lo sabremos al cabo del proceso.
En cuanto a la idoneidad técnica, me parece que Carlés es material nominable. No me fijo tanto en sus títulos o en su récord académico (que está bien, pero uno a veces encuentra adoquines posdoctorados y balbuceantes, así que no nos asegura nada). Las notas al Proyecto de Código Penal están muy bien escritas y todo tiene una estructura muy legible y funcional, no ramplona ni aparatosa. He visto a Carlés como un solvente comunicador en conferencias y en intervenciones televisivas y es una persona que piensa ordenadamente, que es ágil y respetuoso para manejarse en situaciones de interpelaciones complejas. Esto es un detalle no menor y forma parte de las competencias técnicas relevantes (vale decir: no lo considero un plus, sino un requisito).
Además, su experiencia como Secretario de la Comisión que redactó el Anteproyecto es un buen antecedente de coordinador diálogo y funcionamiento entre personas que venían de diversos espacios políticos (Pinedo, Barbagelata, Gil Lavedra, Arslanián, Zaffaroni). Viene a cuento porque en la Corte -tribunal plural, de altos egos- hay que dialogar y consensuar mucho.
Es claro que el punto fuerte de Carlés es el derecho penal, y es un punto en el que la Corte está sin referentes. ¿Importa esto mucho, poco, nada? Quiero decir algo que ya he dicho desde que se anunció la salida de Zaffaroni: no veía estrictamente necesario que su reemplazo sea un penalista. Al nivel de generalidad que concierne a los fallos de Corte -básicamente, un tribunal de garantías constitucionales- no se necesita un conocimiento enciclopédico o de nivel ultraespecializado en ninguna rama específica del derecho, salvo en lo que concierne a la Corte misma: derecho procesal constitucional. Y he dicho también que no soy muy afecto a la idea de que los tribunales deben tener "especialistas" que lleven la voz cantante y hagan una suerte de reparto temático, incluso me parece que es una idea peligrosa en la medida en que hay áreas que virtualmente se deleguen en los "especializados" y de las que los demás se desentienden. Habiendo dicho todo esto, no viene mal que al menos desde la disciplina de base la Corte recupere un equilibrio temático, porque no sería razonable que exista una Corte que no tenga un solo especialista en la cuestión que más noticiabilidad provee a las cuestiones judiciales.
Diremos un par de cosas (defensivas) sobre el perfil de Carlés. Los judiciales (yo lo soy) suelen pensar (erróneamente) que los cargos judiciales deben ser cubiertos siempre por gente "de carrera". No me convence mucho esto y pienso que puede traer el peligro de la endogamia. Nominaciones de abogados (Lorenzetti), incluso de políticos (como Maqueda, como el gran Earl Warren, ex gobernador de California) sirven para "oxigenar" la lógica judicialista, que también tiene sus vicios profesionales y sus ineficiencias inerciales.
Por otro lado, es un poco voluntariosa la idea de que se puede inferir un posible desempeño en la Corte a partir de experiencias anteriores. Porque estar en la Corte es distinto de cualquier otra cosa. Distinto de ser un catedrático exitoso, distinto de dirigir la UBA, distinto de ser camarista, distinto de ser secretario de la Corte, distinto de ser funcionario de un tribunal internacional. El punto es relevante porque si no hay experiencias honestamente equivalentes, entonces es inoficioso descalificar a Carlés por su falta de experiencia.
Con lo que volvemos a la idoneidad técnica, y a lo que hay que saber de Carlés. Un punto que podría ahondarse en las audiencias es algo que no conocemos mucho: cuál es la visión de Carlés del derecho público, y del derecho constitucional, del rol de la Corte como cúpula del Poder del Estado. No es novedad: es posible que ninguno de los nominados post-83 tuviera escritos orgánicos sobre eso al momento de su elección. Como ocurre en los audiencias de confirmación en los Estados Unidos, las discusiones exceden claramente al candidato mismo, y son la parte más rica (más conceptual) del proceso. El tema es largo, pero acá pensamos que hay un justo medio entre los jueces que piensan que pueden hacer que las Constituciones digan lo que a ellos les gusta, y los que piensan que no pueden decir nada distinto de lo que los otros poderes hayan interpretado (Argumento a là Nixon: si lo hace el presidente, entonces no es ilegal). Seguiremos eso con atención, lo que nos remite a la naturaleza de ese proceso.
El proceso de selección
La oposición ha anunciado que no va a votar a ningún candidato propuesto por el gobierno. Esto es algo que le hace flaco favor a la institucionalidad, y que revela una pobre comprensión de la naturaleza de los procesos de nominación. También revela poca imaginación: en algún momento la oposición será gobierno y le va a tocar mandar sus candidatos al Senado, y no le conviene sentar un precedente de bloqueo ciego a la integración de la Corte. A la Corte, a largo plazo, tampoco le conviene estar desmembrada. En fin, todo mal con eso. No digo que tengan que aceptar a Carlés: digo que el debate y las impugnaciones tienen que darlas en función de las idoneidades del candidato, y no de la identidad de su nominador.
Que haya otro que nos guste mas es un planteo ya precluido al momento en que la nominación ocurrió. A partir de ahí la pregunta que nos debemos responder es si Carlés es "material nominable". Pondré nombres propios de cierta notoriedad para que se entienda. Sabsay, por diversas razones, no me gusta (su producción académica es simplona, inconsistente o trivial), pero yo no podría yo decir que no es material nominable. Maier, por diversas razones, me gusta, pero para mi su visión del control de constitucionalidad como una prostitución es obsoleta, esquemática y altamente evasiva, inaceptable para que alguien que vaya a ser juez de una Corte en el Siglo XXI.
Quienes han estudiado los procesos de destitución, combatiendo una larga línea de doctrina que hablaba de que su carácter de "juicio político" los hacía cuestión "no judiciable", han propuesto una idea que es dominante hoy, y que es que en esa instancia las legislaturas evalúan si los candidatos han perdido las condiciones de idoneidad que asumieron cumplidas al designarlos.
Creo que el paralelismo es válido y también funciona para que lleguemos a un criterio de decisión para las nominaciones. La idea que postulo es que para votar en contra yo tengo que asumir la misma carga probatoria que debería tener alguien que vaya a votar a favor de una destitución de un magistrado. Que es esta: que el nominado no es capaz, técnica o éticamente, de integrar el tribunal. Por cierto, este criterio vale no sólo para jueces de la Corte, sino para cualquier funcionario judicial.
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Posdata/Disclosure. Carlés no es mi amigo pero tampoco es un desconocido, así que doy cuenta de mi relación con el. Lo conocí por tuiter hace un par de años. Luego hemos cambiado mails a propósito del Anteproyecto de Código Penal (yo escribí mucho sobre eso, en una suerte de teletón del blog, no profundo, con alguna que otra disidencia). En algún momento del año pasado (más precisamente: el día que jugaron Italia y Costa Rica) nos juntamos cuando vino a la UNLPam a presentar el proyecto de Código Penal. En el inmenso aeropuerto de Santa Rosa, mientras veíamos como se hacía mala sangre Pirlo, hablamos un poco de eso, otro poco de la Corte (premonitorio), un poquito del Papa (nada conceptual) y de Edu Feinmann, y otro poco de la academia argentina. Carlés me cayó muy bien. Esa fue la última vez que hablamos.