Gargarella: el Derecho como una conversación entre iguales.

Salió este mes EL libro de Roberto Gargarella. Usamos "EL" porque es -declaradamente- un libro de síntesis, de cierre y de "fin de viaje". El autor nos dice, palabras +/-, todo lo que he recorrido en años me ha llevado hasta aquí. Lo excepcional del evento requiere una recensión extendida, con las licencias literarias que nos tomamos en este blog.

Es importante aclarar que NO es un "greatest hits", en el sentido de que refrite textos previos con un hilo conductor, sino que es una obra orgánicamente nueva, donde incluso ideas que parecían funcionar aisladamente encuentran aquí su espacio de conjunción, un libro donde cae la ficha. Y en ese sentido, es un libro que no cierra, sino que sirve para empezar a jugar: ready player one.

Veamos

Previously on Gargarella. En nuestro nicho Gargarella es uno de las "marcas" patentes de gente que escribe "cosas de constitucional", pero si salimos de nuestro raviol seguro que conviene una recapitulación para no dar por sentado de quien hablamos -- quien allá lejos y hace tiempo contestaba nuestro entrañable Cuestionario 16 junto con Bovino. No lo quiero wikipedizar así que sintetizo: formó parte del grupo de Carlos Nino en los 80, hizo su tesis doctoral que defendió en el 91, pero entra más en circulación a partir de 1996 cuando sale en la ubicua edicion tapa azul de Ariel. "La Justicia frente al gobierno" es un pararrayos que entra al nudo de una cuestión que solemos ver con ojos tiernos o reprobatorios: el carácter contramayoritario del poder judicial. Esa obra fundacional era ambiciosa: hace un arco que  comienza con las ideas madisonianas y cierra con una evaluación de la Corte de Menem. Acá en 2012 hacía Roberto en su blog una revisión de lo que él diría distinto a propósito de su libro-ancla de entonces, y lo que nos importa es su búsqueda de una "tercera vía": contra el nihilismo o escepticismo de la jurisdicción constitucional, contra el elitismo de los jueces "interpretes finales", Gargarella postula "una forma justificada del ejercicio de la función judicial en democracia, y que tiene que ver con un ejercicio dialógico de la tarea judicial".

Y después. Desde entonces, Gargarella fue haciendo una obra agregativa que siempre estuvo en sintonía con el giro dialógico: un explorador que buscaba ver la llave del derecho más desde la filosofía política (hay un gran racconto que es su "Las teorías de la Justicia después de Rawls", publicado allá por el 2000, síntesis razonada de todo el panorama al respecto). En su obra lo vemos tocando varias cuerdas en el entorno: muchas intervenciones y obras sobre derecho a la protesta ("el primer derecho"), alguna excursión por el derecho penal, sus trabajos que pusieron en valor la historia del constitucionalismo latinoamericano (en donde surge la recurrida metáfora sala de juegos en la enumeracion de derechos, sala de máquinas parte orgánica); coordinó algunas obras mas "dogmáticas" que buscan ir tambien mas alla de la exegesis (constituciones comentadas para "La Ley", en las que -full diclosure- yo he escrito pequeñas partes), varias compilaciones, cosas publicadas "allá" en el ámbito anglo, debates varios (con Waldron 2019, con Anthony Duff, con Ferrajoli 2021 en texto y en video). y un monton de articulos y cosas varias publicadas en su blog-seminario. Un muestrario de sus influencia y de sus multiples lecturas en LATAM puede verse en el numero homenaje que le dedica el año pasado la Revista colombiana Derecho del Estado.

Finalmente treinta años después, aquí llegamos a "El derecho como una conversación entre iguales". La historia de ese libro está contada en parte en este zoom de presentación de hace un par de meses, y que les recomiendo ver.

Qué hay en la caja. Un libro de extensión media, 352 páginas (Siglo XXI) y de alta densidad: consta de prefacio, diecinueve capítulos y un cierre de conclusiones. Hay ideas recurrentes en el autor: la del título mismo, la idea przeworskiana de los votos como "piedras de papel", el retorno a la objeción democrática que es como el dinosaurio de Monterroso: cada vez que despertamos, sigue estando allí --- un azote y un incordio para nuestras tentaciones de dejar las cosas resueltas con argumentos de autoridad y alquimias interpretativas (una expresión de RG en un articulito ya clásico), y las imágenes "tipo crónica" de los avistajes modernos del dinosaurio: los problemas de la internacionalización del derecho, las disfunciones y las experiencias de reforma, y las viñetas actuales como la discusión del aborto en la argentina y lo que podemos aprender de ella.

Como Alí. La prosa del libro flota como una mariposa, y pica como una avispa. Tal vez estamos malacostumbrados a leer en registros deficitarios (en parte producto de la idea de escribirnos "para nosotros"). Es un libro extremadamente amable para todo tipo de lector, que no da nada por (pre)supuesto, y donde las ideas van fluyendo de modo orgánico. Espero transmitir el entusiasmo: en épocas en las que estamos a veces acostumbrados a leer cosas escritas en modo "prospecto", o de leerlos en modo "fichaje", este es un libro que se puede leer de corrido.

Un libro con voz. Porque no es un libro "meta" donde el autor discute o explica a autores que hablan de otros autores. Hay una voz singular, un arco ensayístico, y el lector se siente "hablado", no arengado o sujetado a recibir explicaciones. Áreas relativamente oscuras como los debates de Bristol entre Burke y Cruger (que es un representante del pueblo, como hace lo que hace) cobran vida y urgencia, y son la base que nos explica o esclarece problemas que muchas veces imaginábamos coyunturales, idiosincráticos. 

Multidimensional. Y eso nos permite "ver la matrix" del derecho: lo consigue haciendo una alternancia entre ideas conceptuales, historia política, y cosas que pasan hoy. Cuando "dilematiza" es honesto y respetuoso, sin tomarle el pelo ni construir un argumento de paja del rival o la alternativa. Es un libro erudito, pero no pomposo, y por esa razón es una pieza que se puede ver sin ver las anteriores de la saga (las piedritas que Gargarella puso en su obra previa y que integra acá, un poco más pulidas y recombinadas), ni una bibliografía previa. 

A propósito:  el libro que más me resonaba al leer este de Gargarella es el de David Estlund, editado aquí -traducido por S. Linares- como "La autoridad democrática". Es un libro que "hace juego" con este, y que es acaso más analítico, más árido, con toda probabilidad menos interesante, pero que en todo caso recomendamos como algoritmo de Netflix si te gustó "El Derecho como una conversación ...".

Tenemos que hablar. Está bien que la palabra usada sea conversación, mejor que diálogo. No es un coro amorfo e indeterminado, no es una estudiantina caótica, no significa hacer encuestas. Significa que nuestras voces deben ser tomadas en serio: cuando establecemos las reglas, que esas voces deben retornar vívidamente (y no en ecos muertos) al pensar como las aplicamos, y como vamos a resolver dudas. Claro que a veces, cuando dije "nunca" yo no estaba pensando en esto que pasa ahora (y vos tal vez sí), así que sí, tenemos que hablar. 

Y mientras tanto quién decide. Si tuviera que pensar un poco en "objeciones" (hay muchas, incluso contemporáneas, que el libro trata y busca refutar) pienso un poco en que hay déficit de materiales, y de carriles, para la tarea: si las constituyentes son eventos infrecuentes y pesados y finalmente lacónicos, si los congresos están burocratizados y distantes, si los ejecutivos están seteados en modo burocrático-autoritario, y si los poderes judiciales tienen deficit democrático, estamos en situación institucional de vaca empantanada, en una polifonía que puede ser dominada por el mas gritón. En este punto, yo no pienso que la salida del laberinto sea por arriba (un viejo truco retórico con mucho de pensamiento mágico), en megareformas o en rebooteos institucionales, sino que es trabajosa, prueba y error y paciencia, y ello exige mucho revalorizar lo micro y lo mínimo. El libro, que es bastante radical en su propuesta, en algún punto hace un guiño a lo portátil y lo chico ("el ideal del diálogo no necesita de grandes movilizaciones ni de actos estruendosos"), y pienso en que muchas de esas cosas calzan mejor en modelos de controles "difusos", el micromanagement del conflicto constitucional, en como se puede trozar un tema para pensarlo mejor desde la "última milla" (y pienso que tal vez la dimensión federal esté subexplorada en el fantástico libro).

¿Para qué sirve todo esto? Porque otra posible crítica -desde una perspectiva pobremente pragmática- es "para qué sirve" toda esa teoría y esa historia. En la práctica: qué hago con lo que me dice el libro o Gargarella cuando tengo "un expediente" en la mano, un "caso difícil". Pero esa crítica posible es injusta, pues la valoración de "difícil" requiere que pensamos bien en modo diagnóstico: yendo a buscar la razón por la que nos parece que algo es difícil tal vez encontremos la pista del problema (y no siempre será un "caso judicial, puede ser una tendencia general, como la concentración en el Ejecutivo, o un hecho institucional, como el surgimiento de un "momento constituyente"). Lo que parece decirnos el libro, y Gargarella, es que la respuesta al para qué sirve todo esto está en el por qué esta sucediendo esto., y en parte implica un como fue que llegamos hasta acá.

Así, toda la parte de diagnósticos institucionales es el puente a la acción, y por eso el libro es de lo más práctico: pensar el derecho como diálogo entre iguales funciona para poner higiene epistémica y legitimidad democrática en donde está faltando ---> en áreas como "standing" procesal, función del control judicial, interpretación del derecho, construcción de remedios, y hasta el modo mayorista: como se debe (y como no) pensar en soluciones y renovaciones constitucionales. Para salir del cepo formalista, para volver a darse cuenta una vez más que el derecho constitucional no se puede construir a extramuros de la filosofía política, y que ello no implica contrabando de valores ajurídicos sino reconocimiento de la esencia, de la "naturaleza jurídica", del quid de una Constitución, este libro está bárbaro. 

Jurassic Park. El dinosaurio sigue estando ahí, y no se va a ir. El libro nos lleva a dar un paseo por la Isla Nublar y Gargarella (un Goldblum que en parte habla con voz propia, pero también condensa 30 o 40 años de reflexión colectiva sobre democracia deliberativa, y que cada tanto se mete en escenas de acción en debates de coyuntura) mira dinosaurios, se sorprende por su tamaño, nos muestra su genética y sus hábitos y los fracasos de sus domesticaciones y de los intentos de parquizar sus biomas de origen, y nos hace empatizar con el dinosaurio y su mundo, lo primero que tenemos que hacer para entenderlo y no intentar refugiarnos en un baño químico como única y primal reacción.